domingo, 20 de enero de 2013

Cuestión de modales

De adultismo (que también) quisiera pasar a un tema de adultocentrismo (y de etnocentrismo, de paso): el aleccionamiento de los niños en los códigos de conducta. 

De pequeños se nos educa para seguir las normas sociales: coger el tenedor y el cuchillo de determinada manera, sentarnos de determinada manera, taparnos la boca al bostezar, no estirarnos en la mesa, mentir o callarnos sobre determinadas cosas, pedir perdón, dar las gracias, no eructar en público, etc.; normas sociales que los niños no siguen naturalmente porque, como su nombre indica, no son algo natural (biológico), sino una construcción social. Esto es fácilmente contrastable si conocemos un mínimo de antropología: en Japón es de educación sorber ruidosamente la sopa, en algunas tribus y países árabes eructar después de la comida es señal de cortesía, los inuits consideran ofensivo que los invitados rechacen acostarse con las esposas de los anfitriones, etc. No debemos olvidar, tampoco, que además de esa variable espacial tenemos una variable temporal: gran cantidad de protocolos de nuestra sociedad antes considerados normas de educación son ahora vistos como ridículos y, en consecuencia, ridículos aquellos que pretenden forzar a los demás a que los sigan.

Hago mención a esto, que aparentemente parece tan obvio, como crítica al comportamiento de aquellos (la gran mayoría) que enseñan con prepotencia a los niños la forma correcta de comportarse, es decir, no ya que les enseñen el modo de actuar que es costumbre en esa sociedad y las consecuencias que trae seguirlo y no seguirlo para que éste pueda valorar si le compensa o no, sino que los aleccionan en LA Forma correcta de comportarse, dando por hecho que la suya es errónea y, como adultos y más sabios, han de mostrarle cómo son las cosas. Conste que no estoy hablando de aquí de utilizar o no la violencia, la intimidación, las amenazas, el chantaje, etc. sino simplemente de una idea y una actitud del adulto, implícita o explícita, que puede perfectamente ser mostrada con “benevolencia” y condescendencia (de la mala). 

Es curioso cómo se tacha a menudo a los niños de caprichosos por querer hacer las cosas de una determinada manera o rechazar hacer las cosas de acuerdo a determinado protocolo, sin reparar en que ese protocolo, en muchos casos, no es más que otro capricho arbitrario de los adultos, y de hecho un capricho mucho más abusivo, pues se pretende con él obligar a todos a seguirlo mientras que el niño, generalmente, no obliga a nadie a hacer las cosas de esa forma en que él las prefiere. 


No estoy hablando aquí de casos como ceder el asiento del autobús a alguien aparentemente más débil, compartir, ofrecer ayuda a quien lo necesite, etc. pues ese tipo de cosas no son ya una cuestión de modales, sino de empatía, y como tal me parece muy positivo educar a los niños en ella. Hablo, por tanto, de convenciones más arbitrarias como las ya señaladas. 

Se podría aquí alegar que no seguir las normas de conducta también puede perjudicar a otros que se sienten incómodos con eso, pero no me parece comparable: una mujer en su último trimestre de embarazo (por ejemplo) lleva encima un peso al que no está acostumbrada, se siente seguramente incómoda, cansada y dolorida y encontrará mayores dificultades para caminar y mantenerse en pie, por lo que cederle el asiento cuando creemos que nuestra condición física es mejor me parece más que lógico; una persona que se siente incomodada porque bostecemos sin taparnos la boca o nos estiremos delante de ella no responde más que a un convencionalismo que no afecta a su vida para nada, sino a la nuestra, que limita en pos de una buena educación*. Del mismo modo, algunas personas se sienten molestas y consideran de mala educación las muestras de afecto en público entre dos personas del mismo sexo, una mujer con las axilas sin depilar, una mujer gorda que lleve biquini en la playa, etc. ¿Por qué se reprende al marginado (gordo, homosexual, mujer que no se depila, niño que no sigue un protocolo de educación…) por no integrarse (adelgazar, ocultar su orientación, depilarse, seguir un protocolo) en vez de reprender a los ofendidos por no aceptar la diversidad? No creo que estas discriminaciones sean muy distintas entre sí de acuerdo a lo que estoy reivindicando, a pesar de que algunas respondan a la segregación de un grupo que goza de cierta consideración (mujeres, homosexuales) y otras no tengan siquiera nombre conocido (como la gordofobia). 

Discriminar a alguien por no seguir un protocolo arbitrario me resulta, pues, igual de discriminatorio y perjudicial: discriminatorio con todos aquellos que no se sienten cómodos con los protocolos y perjudicial en tanto que nos alienan mermando la diversidad y, en muchos casos, haciéndonos la vida más incómoda innecesariamente, al rechazar aquello que nos sale naturalmente y con lo que no dañamos a nadie por una convención con la que pretendemos renegar de nuestra “animalidad”. Considero por tanto que debemos enfrentarnos a esa molestia impuesta por los protocolos sociales para normalizarlo y que podamos ser más libres de elegir cómo comportarnos. No pretendo con esto alentar a nadie a hacer nada considerado de mala educación sólo para llevar la contraria y romper los moldes, sino simplemente a que cada uno actúe de la forma en que considera más cómoda sin censurar la forma en que lo hagan los demás, siempre que ésta no dañe directamente a terceros. 

Trataré para finalizar dos casos aparentemente ajenos a esta crítica: los gases y los agradecimientos y disculpas. 

El tema de los gases (eructos y pedos) es controvertido por el tabú escatológico que recae sobre él. Aparentemente entraría dentro de esas “cuestiones de empatía” pues no son algo arbitrario ya que provocan verdaderamente, en algunos casos, un malestar olfativo a los demás. No obstante, nunca he oído/leído a nadie considerarlo desde el otro lado: cuando tenemos gases es debido muchas veces a una mala digestión y, en la mayoría de los casos, liberarlos puede aliviar a la persona de un malestar en mayor o menor grado. Por otra parte, excepto en los casos en que estemos encerrados en un recinto pequeño y sin ventilación (como un ascensor) no es difícil escapar de un mal olor, que no duraría en cualquier caso más que unos pocos segundos. Por todo esto, ¿realmente es más perjudicial un instantáneo malestar olfativo (que no siempre es así) que un dolor de tripas? Yo creo que en la gran mayoría de los casos la incomodidad del segundo es mayor que la del primero, que en su mayoría considero comparable a la incomodidad de aquel que se ruboriza ante una mujer gorda en biquini o sin depilar o una muestra de afecto homosexual, como ya he expuesto. Por otra parte, creo que ese malestar olfativo no deja de ser, al menos en parte, una cuestión cultural, pues que yo sepa (corregidme si me equivoco) somos el único animal al que le desagrada el olor de su orina/heces así como su propio olor corporal, que enmascaramos a toda costa (y que no se oculta y se aprecia en muchas otras sociedades). 

La crítica a las disculpas y agradecimientos es bastante más parcial. No me parece malo ni perjudicial, sino al contrario, que se dé las gracias y se pida perdón. Lo que me parece absurdo es que ese protocolo (como tantos otros) se convierta no en una muestra de nuestra gratitud o arrepentimiento, sino en una palabra vacía y falsa. Me refiero con esto a, por ejemplo, todos aquellos padres que obligan a sus hijos a decir “gracias” o “lo siento” cuando les regalan algo o hacen daño a otro ¿Cómo se supone que se puede obligar a alguien a agradecer o sentir algo? Una cosa es que los padres les enseñen empatía y el significado de esas palabras y los alienten a utilizarlas cuando las sientan, y otra cosa es que les enseñen a mentir obligándoles a decirlas por educación cuando quizás no las sientan (y es por cosas como ésta que, aunque no sepa cómo tratar con ellos y por eso los evite, prefiero a muchos niños antes que la mayoría de los adultos, mientras aún conservan su ingenuidad y sinceridad sin dobles caras). 

Otro uso del “gracias” que me llama la atención por lo absurdo que me resulta es el de utilizarlo cada vez que te dan una opinión favorable acerca de algo tuyo (y en este “algo tuyo” se incluyen hijos y animales no humanos con los que convivas, curiosamente, relegando en su tutor legal toda la responsabilidad de su personalidad como si ellos no tuvieran voluntad propia), porque ¿qué se supone que se está agradeciendo? Si es el hecho de que nos den una opinión, deberían agradecerse asimismo las opiniones negativas, pero raramente se agradecen y creo que no de la misma forma; entonces ¿se agradece que a esa persona le resultes inteligente, guapa, buena artista, buena profesional…? ¿No tendría más sentido que fuera la persona que ve algo positivo en ti quien te agradeciera tener ese algo positivo? Lo cierto es que tampoco es nada que me moleste, sino una mera reflexión. Quitando que con esto se fortalece la falsedad (se agradecen las opiniones positivas pero has de callarte las negativas, porque son de mala educación), no le veo tampoco mayor problema. 



*Es curioso que primero se eduque a la gente para que se sienta incómoda con determinada acción, para luego alentar a esa gente a que no la realicen por el bien común (el bien de toda la gente que se siente incómoda por esa acción, pues ha sido educada para que así sea).

5 comentarios:

  1. Y lo de "Dale un beso a Pepitx, venga", que es de lo más horrible.

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  2. Cierto, otro absurdo más como el "pídele perdón a Fulanito" o "dale las gracias a Menganita". Supongo que proviene de la idea ampliamente asentada, que no aceptada, de que los hijos son propiedades de los padres, y por ello lo bien o mal que se comporten recaerá y será mérito (casi) exclusivo de los padres, que son quienes "los educan", y ellos no ponen nada de libre albedrío o voluntad de su parte.

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  3. Jajaja, la parte de las opiniones positivas me a recordado un comic: Downtown, donde los protagonistas tienen Sindrome de Down, el dialogo en cuestion:

    Blo: Oh, Bibi, eres guapisima!
    Bibi: Gracias, Blo.
    Blo: No, no, gracias a ti, soy yo el que te mira.

    PD: No me funcionan las tildes y me gusta tu blog.

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    1. xD jajaj, muy cierto, he tenido alguna situación semejante. Me alegro de que te guste, un saludo! :)

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  4. En general estoy bastante de acuerdo, pero hay un par de puntos en los que no.
    Primero, en el tema de que somos los unicos animales a los que les molestan esos olores. No es casualidad que nos repugnen, porque muchas veces la orina y las heces son focos de infecciones, y siendo animales sociales, hay que tener especial cuidado. Puede (no lo se) que a animales solitarios les parezca agradable, porque siguiendo ese rastro encontratan a alguien de su misma especie, pero en el caso de los humanos es desagradable y por una buena razon, de igual forma que el dolor es desagradable para evitar que nuestro cuerpo sufra daños.

    Respecto a lo de "pidele perdon" y "dale las gracias", estoy de acuerdo con que el primero es una estupidez, no asi el segundo. Yo recuerdo mas de una vez que de niño me hicieron un favor o regalo, y yo estaba muy contento. Sin embargo, no se me ocurrio dar gracias, hasta que mis padres me lo recordaron. No fue porque no me sintiera agradecido, sino porque no habia caido, pero despues de darlas le daba muchas veces un beso a esa persona sin que nadie me lo pidiera. En ese sentido, creo que no es tanto por educacion (que tambien) sino porque el concepto de "agradecimiento", si no dificil de comprender para un niño, al menos es dificil explicarselo. Por supuesto depende de cada caso, pero creo que en ese sentido es mas facil decirle al niño cuando debe dar gracias y asi el comprende que debe darlas cuando se siente agradecido.

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